JACKSON DIEHL, THE WASHINGTON POST
Gracias a la Asamblea General de la ONU, los presidentes de tres grandes naciones de Suram�rica visitaron Estados Unidos simult�neamente este mes. Dos de ellos son aliados cercanos de Washington y, mediante la diligente implementaci�n de pol�ticas de libre mercado, han capitaneado un desarrollo econ�mico impresionante y una disminuci�n de la pobreza en sus naciones. El otro se ha declarado enemigo de Washington y, a pesar de recibir una extraordinaria bonanza de ingresos petroleros, se las ha arreglado para incrementar la pobreza en un 25%. Lo m�s probable es que s�lo haya o�do hablar de uno de estos tres presidentes.
Hugo Ch�vez, el presidente �revolucionario� de Venezuela, quien jug� un llamativo papel en Nueva York al recorrer Harlem y el Bronx, conversar con Ted Koppel y complacerse con los aplausos de la Asamblea General por sus denuncias hiperb�licas contra el �imperialismo� y el capitalismo estadounidense. Al contrario, �lvaro Uribe de Colombia y Alejandro Toledo de Per� pasaron por Nueva York y Washington suscitando apenas un murmullo. No s�lo eso: ellos en realidad quer�an pasar desapercibidos. Es cierto que ambos convinieron en reunirse con jefes y reporteros de The Washington Post, mas ninguno se mostr� dispuesto a hablar en p�blico sobre el acontecimiento m�s importante registrado en Am�rica Latina en a�os: La cada vez m�s suspicaz prominencia de Ch�vez como el sucesor pol�tico e ideol�gico de Fidel Castro y sus agresivos esfuerzos por triunfar donde Castro fracas� - construir una alianza anti-Washington.
Esto no significa que Uribe y Toledo, as� como los l�deres izquierdistas de Brasil y Argentina, simpaticen con Ch�vez en secreto, porque no es as�. Toledo, quien fuese v�ctima de la dictadura con forma de democracia de Alberto Fujimori, dif�cilmente puede admirar la destrucci�n similar de la libertad pol�tica de Venezuela. Por su parte, Uribe combate a un movimiento guerrillero de izquierda creado d�cadas atr�s con la ayuda de Castro y que Ch�vez respalda en la actualidad, al punto de haber conferido asilo y hasta ciudadan�a venezolana a uno de sus m�ximos l�deres. A�n as�, Uribe rehus� hacer comentarios sobre Ch�vez para su publicaci�n.
Toledo se limit� a mencionar la nueva f�rmula de la OEA: �No basta con ser elegido democr�ticamente; tambi�n es indispensable gobernar democr�ticamente�. Pero se le escap� la siguiente frase: �Si yo tuviese tantos ingresos petroleros como el presidente Ch�vez, ser�a otra historia.� Las bufonadas de Ch�vez en Nueva York -copiadas casi con exactitud de las apariciones de Castro en la ONU- no son lo m�s asombroso de todo esto, sino el silencio y aparente desmoralizaci�n de esos l�deres latinos que no han podido deshacerse del �consenso de Washington� en materia de mercados libres y pol�ticas democr�ticas. A la luz de toda medida razonable, tanto Uribe como Toledo se han adjudicado una victoria: Sus econom�as crecen con rapidez, las exportaciones y la inversi�n extranjera van en aumento y la extrema pobreza ha disminuido.
En Per� y Colombia, la cantidad de personas que viven con menos de 2 d�lares al d�a asciende a 54 y 52% respectivamente. En la Venezuela de Ch�vez, el porcentaje ha subido de 43% en 1999, a�o en que asumi� el mando, a 53% el a�o pasado, de acuerdo con estad�sticas proporcionadas por su propio gobierno. Durante este mismo per�odo, el ingreso petrolero, que justifica la mayor parte de los ingresos del gobierno, casi se duplic�. A�n as� la auto-proclamaci�n de Ch�vez como el palad�n de los despose�dos de Am�rica Latina no es cuestionada por sus hom�logos.
�C�mo es esto posible? En parte, desde luego, porque Ch�vez sabe explotar el populismo y el sentimiento antiestadounidense, una imperecedera corriente oculta en la pol�tica de la regi�n y en gran extremo ciega a los resultados. El mandatario venezolano es mejor pol�tico que Uribe, serio y austero, e indudablemente mucho mejor que Toledo, cuya cr�nica actitud poco presidencial (aunque inofensiva) le ha hecho merecer el m�s bajo �ndice de popularidad entre todos los presidentes latinos. Sin embargo, el comentario que Toledo pronunci� en voz baja apunta a una diferencia crucial: Ch�vez literalmente est� comprando el apoyo de sus vecinos. Con cada repunte en los precios del crudo aumentan sus obsequios, antes limitados a Cuba solamente.
El mandatario venezolano suministra petr�leo subsidiado a 13 naciones caribe�as y prometi� una refiner�a nueva a Brasil; compr� 538 millones de d�lares de la aplastante deuda exterior de Argentina; tom� el lugar de Ecuador, otro productor de crudo, cuando �ste fue incapaz de cumplir con sus compromisos de exportaci�n durante varios d�as. Una escuela de zamba en R�o de Janeiro obtuvo su padrinazgo. En pocas palabras, cualquier latino en b�squeda de una limosna mira hacia Caracas. Esa es la raz�n por la cual cuando Uribe y Toledo hablaron sobre Venezuela con sus contactos en el Congreso y la Casa Blanca, el mensaje fue simple: Dejen de hablar de Ch�vez y comiencen a competir con �l. Los insultos proferidos en su contra, ya sea de Pat Robertson o Donald Rumsfeld, s�lo elevan su popularidad desmesuradamente; entretanto, otros l�deres acosados se preguntan si Washington tiene algo que pueda compararse a las d�divas de Ch�vez. Las oportunidades para competir son f�cilmente accesibles.
Por ejemplo, el tratado de libre comercio andino con Estados Unidos que los presidentes colombiano y peruano quisieran concluir antes de finales de octubre. Ahora bien, sus opiniones ser�an m�s convincentes si estuviesen dispuestos a enfrentar resueltamente la violaci�n de normas democr�ticas por parte de Ch�vez y su injerencia en otros pa�ses. Pero al mismo tiempo, ellos esgrimen un punto v�lido: el gobierno de Bush tendr�a mayor impacto si actuase como si Estados Unidos -en lugar de Venezuela- fuese el l�der econ�mico del hemisferio.