Venezuela en la prensa internacional

El fin de la propiedad privada
Carlos Alberto Montaner - LA NACION, Argentina.

  Lunes, 3 de octubre de 2005

Comenz� el asalto a la propiedad privada en Venezuela. La excusa es la eliminaci�n de las f�bricas y los latifundios supuestamente improductivos. Como estas empresas no generan riqueza o puestos de trabajo con la intensidad que el presidente desea, el gobierno las expropia. Una vez en manos del Estado, el se�or Ch�vez, siempre bondadoso con las rentas del petr�leo o los impuestos que pagan los venezolanos, les inyectar� capital y las dotar� con miles de trabajadores que devengar�n sueldos copiosos. Esas empresas, naturalmente, perder�n ingentes cantidades de dinero, pero para la mentalidad revolucionaria �ste es un dato insignificante. Las p�rdidas ser�n enjugadas con abundante dinero p�blico, mientras se crear� una multitud de est�magos agradecidos que, presumiblemente, se sumar� al bando revolucionario. Esa es, precisamente, la esencia del populismo.

Las consecuencias econ�micas de esta estupidez es el empobrecimiento colectivo de la sociedad. Mientras m�s empresas p�blicas pierden dinero, m�s pobre se va haciendo la sociedad que debe sostenerlas. �Por qu� cree el se�or Ch�vez que los pa�ses comunistas eran rematadamente miserables? Esos millares de empresas atestadas de trabajadores innecesarios, dirigidas por bur�cratas ap�ticos dedicados a repetir consignas pol�ticas, inflexiblemente regidas por precios controlados, inevitablemente desembocaban en el desastre general. Eso se lo explic� paciente e in�tilmente Ludwig von Mises a Lenin en un libro llamado Socialismo, publicado en 1922, cuando la revoluci�n bolchevique acababa de estrenarse.

No le hicieron caso. Pero no porque los comunistas no entendieran los razonamientos impecables del economista austr�aco, sino porque la decisi�n de apoderarse de la propiedad privada era ideol�gica, no econ�mica. Marx, que era un profeta iluminado, hab�a asegurado que al cambiar el r�gimen de propiedad (la estructura) se modificar�an la mentalidad social y las instituciones (la superestructura), dando lugar a la aparici�n del hombre nuevo, una virtuosa y solidaria criatura que construir�a el para�so sobre la tierra. A Lenin le importaba un r�bano si todas las empresas se hund�an: lo que quer�a era una masa de sovi�ticos obedientes para poner a prueba las disparatadas teor�as de Marx, y, de paso, para gobernar desp�ticamente como el implacable aut�crata que era.

Ch�vez, de la mano de Castro, su car�simo mentor, va exactamente por el mismo camino. Detr�s del desmantelamiento del sistema de propiedad privada no est� la b�squeda de la eficiencia econ�mica sino del control pol�tico. Donde no hay propiedad privada es imposible la rebeli�n o la simple desobediencia civil. Donde el Estado es due�o de los medios de producci�n, la sociedad agacha servilmente la cabeza porque el gobierno le controla su modo de alimentarse, y porque cada empresa se convierte en un eslab�n m�s de la cadena represiva. Eso explica que ninguna dictadura comunista desapareciera como consecuencia de una rebeli�n popular masiva. El ciudadano en manos del Estado es un ser indefenso. Los que recordamos con nitidez el proceso que condujo a la ca�da del Muro de Berl�n lo sabemos de sobra: el comunismo colaps� cuando los alemanes comenzaron a correr hacia las fronteras y Gorbachov se neg� a disparar. No corr�an hacia los cuarteles a disputarles el poder a los militares, ni hacia las oficinas del Partido a enfrentarse a los funcionarios de la dictadura. Trataban de escapar, no de pelear, porque la experiencia, con la excepci�n de un pu�ado de heroicos disidentes, los hab�a domesticado.

El objetivo de eliminar la propiedad privada en Venezuela es �se: comenzar la estabulaci�n de la sociedad para poder someterla sin misericordia. Las instituciones se convertir�n en establos. Los venezolanos ser�n controlados en su vecindario por los C�rculos Bolivarianos y en las empresas trabajar�n bajo el ojo atento e implacable del sindicato oficialista. Las familias, asustadas, se partir�n en pedazos hostiles. El Parlamento, a su vez, dictar� las leyes necesarias para sujetarlos con una brida fuerte, mientras los tribunales, d�ciles a la autoridad del Ejecutivo, ser�n implacables con cualquier transgresi�n de unas normas deliberadamente vagas e imprecisas, de manera que las sanciones se puedan imponer de acuerdo con las necesidades coyunturales de la revoluci�n. Cuando se haya cerrado el c�rculo del terror, no habr� prensa libre ni se oir�n otras voces de protesta que los alaridos de las v�ctimas. Pero lo terrible ser� la indiferencia general ante estos hechos monstruosos. As� ha sido siempre.

 

 

 

 

Home

Reg�strese

�Qui�nes Somos?

Foros

Chat

Bit�cora

 

 

Copyright � 1999 - 2005 por Anal�tica Consulting 1996. Reservados todos los derechos.
Anal�tica Consulting 1996 no se hace responsable por el contenido publicado de fuentes externas.